Hoy, de momento, estamos aquí.
Tenemos la frente vacía. Mi cuerpo responde, sin enfermedades, y me siento joven y con ganas de ganar y de perder. El vértigo y las guerras labradas no hacen que olvide las horas que he dejado sin llenar, pero sí las aprecio más. Está todo por venir, pero ya no soy un niño que gotea: el tiempo es un recurso finito. Fino y finito, que se agota.
Entra ligero el sol por la ventana y pienso que me gusta el sol. Escucho la brisa y el oleaje. En esta cama, de todos los veranos, bajo el faro más alto de toda España, me da por pensar que me gusta el olor a salitre, el tacto de la arena, todavía caliente, como los seres que piensan y que sienten.
Hoy, pues mañana será tarde, añado trazos sobre el calendario. El lastre de la cuenta del “debe” es pequeño. El “haber”, mayor. El “tener”, minúsculo. Minuciosamente paso revista y sonrío sobre los tiempos muertos. Sobre los muertos sin tiempo. Aquí y ahora sale el sol y me gusta el olor a salitre y la textura de arena incandescente. Aquí y ahora. Mañana, quizá, sea tarde. Mañana, como poco, ya no será hoy.
Hemos vivido tanto que nos olvidamos de que todos los días son tan importantes como aquel. Los desconocidos, las miradas nuevas… Cualquier camiseta puede ser la camiseta. Cualquier moneda, un talismán. De tanto que pasé contando historias sobre el pasado, la noria me dio náuseas al ponerse a marchar. Me marca. Se marcha. Me olvido de que está por llegar el momento del que siempre hablamos. Y que llegue ya.
El último compás recoge la fuerza de los anteriores. Tras él, el silencio. La duda sobre qué habrá después, sobre los cómputos y las horas. Tras el último compás queda la férrea nostalgia y música resonante en la memoria. Miro, pervierto, pervivo. Me siento extraño y aturdido. Hay que ver lo puto que es que siempre se vayan los mejores.
Ahora lo veo distinto. Correré menos con el coche. Diré más verdades. Mostraré con más frecuencia qué me gusta y qué me ilusiona. Seré menos cruel. Viajaré más. Pensaré más en los que piensan menos. Seré honesto y desarmado. Y tendré presente que la vida se comparte, se disfruta, se consume y se recicla.
Descansa en paz, Antonio.