Estoy agotada de que me persigan mis fantasmas allá a donde voy, de tener miedo y echarme a temblar cada vez que paro a coger aire. Estoy agotada de buscar seguridades y lazos con los que atar el futuro mientras camino por la cuerda floja día a día.
Me sienta fatal sentirme alienada. Todo mi ser se rebela contra ello sin que pueda evitarlo. Y es jodido, porque tengo que aprender a hacerme pasar por un perro tranquilo y leal cuando en realidad me parezco más a un bicho verde saltarín de ocho patas.
Días raros se van y días raros vienen. Ya pasará...
... Me encanta, sin embargo, ver crecer el musgo entre las piedras. Saber que hay vida después de todo. Y ver como, al final del día, he logrado vencer a las cuestas y las pilonas, a la noche y a sus fantasmas, a la soledad y al dolor, a la sensación de tener un puñal de hielo clavado en las rodillas todas las mañanas, al vacío, al calendario... y, en el fondo, a mí misma y a esos miedos que a veces se me cuelan en casa.