Musgo entre las piedras

martes, 21 de diciembre de 2010

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…Echo de menos salir con mis amigos, no tener preocupaciones, dormir con la cabeza vacía y esa sensación de paz y tranquilidad que uno tiene cuando todo es un poco estable. Estoy cansada de acabar la tarde con las manos manchadas de rotulador, de mirar por la ventana, de no tener tiempo para salir a pasear, de tener pesadillas, de sentirme perdida y no saberme el nombre de las calles por las que paso, del calendario y los horarios, de los esquemas, resúmenes y documentos de word, de los trabajos en grupo, de los trabajos y de los grupos, del liderazgo, de que la Soledad sea mi mejor amiga en medio de tanta gente, de que me juzguen y me evalúen constantemente por cosas que no son realmente importantes y que mandaría a la mierda a cambio de un poco de paz.

Estoy agotada de que me persigan mis fantasmas allá a donde voy, de tener miedo y echarme a temblar cada vez que paro a coger aire. Estoy agotada de buscar seguridades y lazos con los que atar el futuro mientras camino por la cuerda floja día a día.

Me sienta fatal sentirme alienada. Todo mi ser se rebela contra ello sin que pueda evitarlo. Y es jodido, porque tengo que aprender a hacerme pasar por un perro tranquilo y leal cuando en realidad me parezco más a un bicho verde saltarín de ocho patas.

Días raros se van y días raros vienen. Ya pasará...


... Me encanta, sin embargo, ver crecer el musgo entre las piedras. Saber que hay vida después de todo. Y ver como, al final del día, he logrado vencer a las cuestas y las pilonas, a la noche y a sus fantasmas, a la soledad y al dolor, a la sensación de tener un puñal de hielo clavado en las rodillas todas las mañanas, al vacío, al calendario... y, en el fondo, a mí misma y a esos miedos que a veces se me cuelan en casa.

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