Amanecen los tristes (o unas vacaciones en Punta Cana)

lunes, 13 de diciembre de 2010

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Los tristes comienzan a desperezarse. Abren las persianas y se quitan las legañas, bostezan y acunan entre sus brazos un nuevo día que está amaneciendo justo ahora. Los tristes despiertan justo cuando yo ya me voy a dormir. Mi batalla está ganada, he sido la mejor versión de mí misma por unas horas y estoy agotada… y ellos aún están empezando a cuestionarse si merece la pena presentar batalla un día más. Sin duda, aquí las cosas funcionan a otro ritmo.

Las luces están apagadas, el sol brilla, no hay velas ni estrellas, sólo una incómoda y nublada atmósfera de silencio y quietud. Se fue la magia. Una señora mayor espera el autobús y otra tiende la ropa en la puerta de su casa. Todo muy cotidiano, todo rutina. Tanto que cada mañana me atormento pensando que quizás, al caer la noche, todo continúe igual y no ocurra nada. Mi mente queda alerta esperando una señal, algo que me vuelque el corazón y vuelva a llenarlo todo de sentido. Nada ocurre. No hay señales, tan sólo habitantes de este pequeño pueblo que algún día sintieron esto y para las que tampoco hubo una señal. Personas que han olvidado la magia y se han acostumbrado a vivir en el lugar más bonito del mundo. No estás bien, amigo, sólo estás acostumbrado.

Pero no todo está perdido. Ella está allí, yo lo sé, en su rinconcito del mundo, radiante, siempre dispuesta a salvarme, siempre fiel. Me gusta sentir su presencia sin llegar a mirarla. Me calma tan sólo intuirla entre la niebla.

Entonces un chico sale de un portal y la mira sin rodeos, a los ojos, y yo me echo a temblar sólo de imaginar la preciosa y perfecta visión que están disfrutando esos ojos ahora mismo. Su mirada cambia, sonríe. Puedo verla reflejada en los ojos del muchacho. Qué bonita es, que nos hace a todos un poco más hermosos.

Alhambra, mi Alhambra, qué bonita eres. Das vida y sentido a todo lo que te rodea. Eres, como diría Coelho, madre e hija, ama de casa y prostituta, amiga y traicionera. Eres, para cada mirada, una Alhambra distinta. Eres el reflejo de nuestro mundo, el símbolo de un sueño, el descanso en el camino. Hoy te me pareces a un espejo que proyecta hacia mí lo que llevo por dentro, lo más hondo de mí misma.

Esto me recuerda a que cuando era pequeña me dijeron que mi nombre, Helena, significa luz, luz de luna. Y creo que en mi mundo y en mi forma de hacer las cosas todo está muy relacionado con la luz y con las sombras. Cuanta más luz proyecta uno más sombras lleva por dentro. Más oscuridad, más profundidad, más miedo, más vértigo.

Hoy eres un espejo, mañana quizás vuelvas a ser un montón de piedras y una foto hermosa lista para enmarcar. En cualquier caso, ha vuelto a ocurrir. La señal que buscaba ha aparecido. Ya vuelve la magia.

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