Me estoy haciendo mayor

domingo, 23 de enero de 2011

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Uno se va haciendo mayor cuando aprende, no sólo a callar, sino también a otorgar. A veces un silencio bien puesto hace más daño que un montón de palabras vacías. Como en las partituras musicales, notas y silencios tienen su medida y su posición exacta. Y es que, cuando no se tiene nada que decir, no es necesario abrir la boca. Uno se hace mayor cuando aprende que el silencio también es una opción.

Uno se está haciendo mayor cuando aprende a pensar en y por sí mismo. Cuando deja de intentar agarrarlo todo y entiende que los momentos y las personas vienen y se van, que nada es tan bueno ni tan malo, que las cosas simplemente ocurren.

Uno se hace mayor cuando, de repente, un día siente que ya no necesita demostrarle cosas al mundo. Cuando no gasta energía en luchar batallas que no son suyas. Cuando casi nada importa demasiado. Cuando se guarda los secretos y los méritos.

Uno se hace mayor cuando pierde la prisa, cuando desayuna despacio, cuando comprende que ningún tipo de horario o compromiso es absolutamente imprescindible y, aunque tenga cosas que hacer, sabe que a veces es mejor hacer un poco menos a cambio de sentirse bien. Uno se hace mayor cuando aprende a parar el mundo simplemente con una canción o mirando el mar. Cuando pasea por la calle y escucha a la gente hablar, y entiende lo que ocurre a su alrededor. Cuando aprende a priorizar, a ser justo y consecuente. Uno se hace mayor cuando busca y valora su salud.

Uno se hace mayor cuando se acepta tal y como es, escucha y respeta sus instintos y vive acorde a su forma de pensar. Cuando deja de lado los límites y las excusas y simplemente se pone a caminar.

Uno se ha hecho mayor cuando simplemente cierra los ojos, toma aire y todo vuelve a estar en orden. Quizás la clave sea que, en ese preciso instante, ya no hay necesidad de equilibrio ni de seguridad, ni miedo a sus ausencias.

¿Se hará uno mayor cuando escribe un texto sobre lo que implica hacerse mayor?

2 comentarios:

svpam dijo...

"Hacen falta 2 años para aprender a hablar y 60 para aprender a callarse".

Algunos horarios son eludibles, otros no tanto. A veces, llegar tarde un minuto es la diferencia entre la vida y la muerte de una persona. Todo depende de la responsabilidad que tengas.

¡¡Un besazo!!

Helena Invernón dijo...

Qué buena tu frase sobre hablar y callar, me encanta. La responsabilidad es uno de los ejes centrales de nuestra vida, y cobra mayor importancia conforme somos capaces de aceptarla y cumplir con lo que se exige de nosotros (y nos exigimos nosotros mismos).

No me refiero con esto, necesariamente, a responsabilidad en el sentido de "me levanto temprano, estudio y hago cosas de mayores, soy responsable", sino a ser capaces de tomar las riendas de nuestra vida y dirigirla hacia nuestros sueños. Eso, sin duda, es lo más importante: Ser el actor principal de mi vida. Cumplir con mi papel, con mi rol, con mis exigencias para ser feliz.

Hacerse mayor también implica mucho de esto, de ser valientes y que no nos tiemble el pulso a la hora de aceptar nuestras responsabilidades y tomar decisiones. Pero todo en su justa medida, claro. Tan grave es no llegar, no cumplir, como pasarnos y llevar más peso del que nos corresponde o podemos cargar. Como siempre, todo es una cuestión de equilibrio.

Muá! : )

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