Amores de mosquito

lunes, 13 de septiembre de 2010

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Como todo en esta vida, las relaciones tienen unos ciclos y un ritmo que varía con el paso del tiempo. En los humanos las relaciones suelen durar años e incluso toda la vida, pero en el caso de los mosquitos toda su vida se reduce a una o dos angustiosas semanas en las que pasan de larvas a abuelos mosquito en cuestión de horas, todo regado con una implacable presión genética por procrear cuanto antes.

¿Te lo imaginas? Disponer tan sólo de tres días para encontrar al amor de tu vida, enamorarte, tener hijos, hacer vida de casados e ir notando como pesa la rutina y las cosas ya no son como eran, hasta que al fin la llama se apague y cada uno siga su camino. El caso es que yo tengo un amigo que hace poco vivió su propia relación de mosquito:


1. Primer día: Aterrizando.

El señor Mosquito ya hace tiempo que planeaba su viaje a Cramada, la que durante los próximos 3 días de mosquito sería su ciudad definitiva. Es cierto que aún no tenía una buena madriguera en la que cobijarse, pero traía consigo una maleta llena de ilusiones y nuevas metas que le protegía de sus propios miedos y también de los otros insectos que frecuentaban las calles.

Y fue precisamente en una de esas calles, en Gran Piedra, donde se cruzó con la que pronto sería la señora Mosquito. Ella también era nueva en Cramada y una mezcla de curiosidad, ganas de nuevas aventuras y necesidad de compañía la llevó a invitar a Mosquito a su casa. Ella admiraba la facilidad de palabra de la que él hacía gala cuando le susurraba bzzzzz… al oído y él se sentía hipnotizado al contemplar sus hermosas y tornasoladas alas. Así nació el amor.

Al cabo de unas horas de mosquito (a las que para las siguientes referencias llamaremos horas M), que para cualquiera de nosotros equivaldría a 1 ó 2 años de vida, estos tortolitos ya habían vivido sus mejores momentos de pasión y ternura y nuestro pequeño protagonista empezaba a sentir el peso de la rutina aplastando sus frágiles alas. Fue en ese momento, en parte por las ansias de volar y en parte por la necesidad de aprender a aparcar del señor Mosquito, cuando apareció en su vida la pequeña Mosqui. Él recordaba haberse cruzado con ella alguna vez en las playas de Maracas, mientras cumplía con el ciclo de emigración veraniego, pero nunca se había planteado ir más allá porque aún era muy joven como para pensar en tener mosquititos con nadie. Pero ahora sí, ahora Mosquito estaba en pleno apogeo hormonal y necesitaba urgentemente volver a sentir unas alitas vibrando contra su pecho mientras se unían el uno al otro durante unos segundos. Y así (re)nació el sexo.


2. Segundo día: Marido y mujer.

Él la llamaba cari mientras la recogía a la salida del trabajo, volvían a casa tras regalarse algún momento de ocio y él bajaba a por la cena mientras ella lo esperaba ya en pijama en el sofá. Ella le servía el desayuno por las mañanas y él suspiraba tratando de recordar el punto de inflexión en que su relación se volvió tan fría como la leche que se bebía en aquel momento.

- Debió ser en la terraza, recuerdo una noche que mirábamos las estrellas y criticábamos las pintas de otros mosquitos que pasaban por la calle. Desde entonces sólo ha habido pijamas de cuello vuelto, cafés fríos y “buenas noches” que ni siquiera lo parecían.
- Bueno… Pero ahora tenéis otras cosas – trataba de animarlo Mosqui -. Piensa en la confianza que tenéis, lo que os conocéis el uno al otro y lo bonito que es tener a alguien así a tu lado. Ya son muchos años (M) de relación, las cosas cambian.
- Sí, supongo que tienes razón. No… En realidad no la tienes. ¿Sabes? Creo que voy a tomarme un tiempo. He visto un piso en el paseo de los Tigres en el que cuando bajo a rebuscar en la basura veo la Alhambra. Ese siempre fue el sueño de mi vida.
- ¿El paseo de los Tigres? Menuda aventura. Yo nunca he estado, son varios días de vuelo y dicen que está custodiado por unos árboles que no dejan penetrar más allá del inicio de la selva.
- ¡No importa!, los esquivaremos y estableceré allí mi nueva madriguera, ya está decidido. - Y con esta decisión nació la aventura -.


3. Tercer día: Una nueva vida comienza en Cramada *

Gracias a la experiencia que había adquirido durante los 17 años M de relación, el señor Mosquito se sentía con las suficientes fuerzas y motivación como para levantar el vuelo hacia el paseo de los tigres y afrontar todos los riesgos que se le planteasen durante el camino. Aún así, la pequeña Mosqui, que también acababa de mudarse a Cramada, decidió acompañarlo para cuidar de él y disfrutar de esta aventura juntos.

Y así fue como tras unas duras horas M de vuelo, árboles que les impedían el paso, confusiones y alguna pérdida de orientación, Mosqui tomó las riendas del viaje y consiguió llegar a su ansiado destino: El paseo de los Tigres. Y así nació el sueño…


* Ver: La mudanza más difícil de la historia.

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