El bote de las lentillas está sucio

miércoles, 15 de septiembre de 2010

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Me gustaría comenzar haciendo un breve recorrido por la jornada, recientemente concluida, de CHAMPIONS LEAGUE. Por desgracia, no sé cómo han terminado los partidos y tampoco tengo muy claro si algo en el mundo ha ocurrido, merecedor de que yo lo glose. A falta de televisión, mis inquietudes son otras. Si al Principito se preguntaba si una flor era devorada (o no) por un cordero, yo tengo los siguientes problemas en la cabeza, no menos importantes:

a) ¿Cómo puedes hacer que un cable hembra se relacione con otra hembra, si caer en coqueteos lésbicos y sin gastar más dinero en la droguería?

b) ¿Cuántos kilos de masilla hacen falta para arreglar lo de hoy?

c) ¿Cuántas horas de sueño necesita un ser humano para terminar una semana sin perder la cordura?

Cuando me monté en el coche, tras salir del instituto, después de mi primera hora de clase, la emisora local decía "¿se imaginan cuántos hurones hay en Alcalá la Real? Contra pronóstico, no son tantos como podría parecer". En ese momento me di cuenta de que mi vida está cayendo en cierta espiral extraña, de la que es difícil salir. Hurones. ¿Son como ratas domésticas? ¿Como hámster salvajes?

Hoy he visto a Helena Victoria partir una tabla de madera casi a bocados para fijar una televisión sobre el techo del piso más pequeño del mundo. El resultado no ha sido el deseado (bueno, la tabla se partió), pero sigo sin Internet y tampoco ahora la televisión está en lo más alto de la casa (aunque la casa tampoco es que tenga techos muy altos, la verdad). ¡Qué sé yo! El universo es más extraño como que nuestro contador de visitas no supere ya el millar de advenimientos.

¿Será que nadie sabe todavía que existimos?

El curso ha comenzado. Me quedo de hoy con los nervios previos a la primera clase. También me quedo con certeza de que puedo aparcar a menos de cuarenta minutos de mi piso, incluso a hora punta. El piso más pequeño del mundo es también el más inaccesible del mundo paar el empleo de vehículos a motor. Eso sí, tenemos margen de mejora: quiero pensar que conseguiremos colgar la tele, colocar mi cuadro de TANGO PARA TRES, mi película favorita, y hacer de ese espacio un rincón habitable, situado a menos de media hora de mi coche.

Helena Victoria hoy se ha negado a ponerse mi camiseta de FLORIDA. Por ese motivo, la seguiré llamando de este modo, aunque lo detesta y aunque parezca un nombre en clave y no un nombre real. Ahora mismo está aquí, en la cama de al lado. Estoy muerto de sueño, porque anoche también pasaron los autobuses nocturnos, impidiéndome soñar con Cristina Pedroche. Además de eso, por algún motivo que desconozco, las campanas del barrio no dejaran de sonar.

Voy a soñar con los hurones y con la cinta de correr que espero vender mañana por eBAY. También soñaré con taladros con dos años de garantía, como el que he comprado hoy, que no sirven para colgar una tele del tamaño de una pared completa.

De todo, me quedo con los hurones, con ellos soñaré. Mañana me servirán de inspiración en mi segundo día de clase.

Tengo los ojos colorados y el bote de las lentillas está sucio. Por desgracia, no tengo talento ni tiempo, ni horas de autonomía, para limpiarlo, o acometer ningún proyecto heroico. Se van a quedar así y mañana pillaré una conjuntivitis tela de chunga.

Quería escribir, eso sí. Para agradecer este hermoso proyecto de Helena Victoria, este nuevo diseño del marco del blog, tan bello. Solo que falta, junto a la Alhambra, en el marco, un cubo de basura. Al fin y al cabo, el verdadero motor de mi vida, ahora que la falta de internet y de televisión me impiden seguir el fútbol, es y seguirá siendo, bajar cada noche la basura.

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