Sonaba mejor en mi cabeza

lunes, 7 de febrero de 2011

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Hay una cierta magia en las ideas que aún no han sido paridas. No tienen forma ni aroma, sólo esencia. Reconozco que me da miedo ponerme a escribir. No hablo de cuando aún no he empezado ni de cuando ya tengo la primera mayúscula. Hablo de ese preciso instante intermedio en el que me siento ante la hoja, en blanco, y cojo aire dispuesta a dejarme caer por el precipicio. Es como si todo el universo se detuviera de repente dispuesto a esperarme, ansioso de mi palabra. Como si todo fuera importante. Entonces el cursor me saca de mi letargo. Parpadea expectante devolviéndole ritmo al tiempo y tratando de sonsacarme alguna palabra humilde o el comienzo del mejor texto de todos los tiempos, quién sabe.

Me da vértigo no encontrar la palabra exacta, no alcanzar a entender si se requiere una coma o un punto, no ser capar de formar una estructura adecuada para alojar aquello que quiero transmitir. Así como en arquitectura los edificios tienen columnas y arcos, entiendo que los textos tienen sus pilares y sus estructuras básicas, que no todo es el contenido sino que también hay mucho de forma. Por tanto, escribir un texto no es sólo pintarlo bonito, sino también edificarlo, cimentarlo y lograr que tenga una cierta coherencia y cohesión. Vaya, últimamente siempre acabo hablando de cosas sólidas y estables, parece que me he hecho un propósito de perfección: hacer las cosas, nunca mejor dicho, despacio y con buena letra.

Me da miedo no ser capaz de plasmar lo que tengo en la cabeza. Escribir algo y que ni yo misma lo entienda, que no se parezca a lo que yo visualizaba. Me da miedo porque implica que no me entiendo, que no he podido sacarlo porque no lo comprendo con claridad. Me da miedo porque cuando escribo a veces no soy yo, y otras lo soy más que nunca. Y en esas otras, el folio se convierte en un espejo en el que uno ve, a veces, más de lo que necesita. Me da miedo escribir porque implica fracasar. Porque mi mente conoce sensaciones, aromas y texturas para los que no consigo encontrar palabras, porque a veces el papel se me queda pequeño y otras yo misma me quedo grande y porque esta vez, como tantas otras, sonaba mejor en mi cabeza.

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